Desde muy pequeño siempre he pensado que la vida es un sueño, y desde ese entonces vivo como un “Koala”, sin ganas de despertar…
Mis ojos brillan como luceros, cuando pienso en donde estaba y como las manos de Dios aquí me han traído, paso a paso cumpliendo las metas trazadas. Satisfacción y regocijo es lo que siento al saber que soy un héroe, quien siempre encuentra la fuerza para resistir a pesar de los obstáculos abrumadores.
Dos años después de mi afloramiento en el mundo, mi padre Efrain B. Castillo y mi madre Vicenta Corcino, con tres pimpollos emprendieron el camino más defectuoso, pero a la vez, más hermoso para toda la familia.
Lluvias, vientos que soplaban fuertes y truenos funestos provocados por el huracán George, fue lo que nos esperó meses después de llegar a Capote: un hermoso campo de la provincia de Hato Mayor del Rey, lugar que como al príncipe la princesa, se plasma en mi frente como carta de presentación.
El zumbido de los pajaritos, el “pripri” de mi padre al amanecer, el sonido de las enormes botas de gomas mientras caminaba por el sereno para esquilmar la ubre de mi vaca lechera, más, ver a mi vieja calentarse dentro de techos de maderas mientras hacia el café con el aroma más gustoso de toda la sabana: son las razones por la que decir: “soy campesino” tiene sentido.
La bandera, sin referirme a la patriótica, no siempre estaba tan pigmentada, pero nunca le falto un color. Con el trotar de mi caballo blanco, recorría caminos espinosos y cerros, que, con el ardiente sol del mediodía, daba inicio a la salida de la escuela.
Al criarme en una familia religiosa, mi fe siempre ha sido como un álamo. A raíz de esto, a los 18 años, decidí salir de la sabana para irme a una fundación de personas con escasos recursos, en donde, no sólo compartíamos el mismo techo y cama, sino también el mismo sueño de progresar. Llegué a la ciudad de Santo Domingo con una maleta llena de sueños y proyectos; un macuto con dos o tres trapitos, que al pasar el tiempo, las urdimbres fueron dejando su color en la explanada de la UASD.
Admito que la vida ha sido dura, quizás peor de lo que llegue a pensar…. Pero no olvido la frase que mis padres me decían; ¡Hijo mío, lucha por lo que quieres, siempre te apoyaremos! por eso hoy sigo firme, como águila tras su presa, que no cesa hasta conseguir su cometido.
_Porque mi vida es un sueño, y día a día, vivo soñando despierto hasta mi último aliento.